Distimia

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¿Qué es la distimia?

Según el DSM5, la distimia es un trastorno del estado de ánimo que afecta la percepción que tiene la persona sobre sí misma y el entorno que la rodea. Sus primeros síntomas suelen aparecer temprano, antes de los 21 años, pero también se puede manifestar de forma tardía, en la adultez.

El término distimia proviene del griego “dys” y “thymós”, que significan “anormal” y “humor” respectivamente. Fue acuñado en 1970 por el profesor de psiquiatría de la Universidad de Cornell, James Kocsis, y una década más tarde la Asociación Americana de Psiquiatría lo reconoció como un trastorno psicológico

La distimia o trastorno depresivo persistente es un tipo de depresión leve que se mantiene a lo largo del tiempo, por lo que en ocasiones se confunde con una personalidad depresiva, aunque en realidad no es lo mismo. Cuándo la distimia tiene un comienzo temprano es más fácil confundirla con un temperamento depresivo, que se caracteriza por un patrón enraizado de conductas y pensamientos , pero quien sufre un trastorno distímico, muestra un patrón depresivo menos estable en el tiempo (con mejorías intermitentes) y es posible detectar su origen, ya que la persona no siempre fue así. Para complicar más el diagnóstico, la personalidad depresiva puede predisponer a la distimia, por lo que a veces se solapan.

Por desgracia, quien padece distimia no suele ser consciente de que tiene un problema que tiene tratamiento, piensa que tiene una personalidad depresiva y se conforma, asumiendo los síntomas como características de la persona, creyendo que ella simplemente es así. Como resultado, no suele buscar ayuda especializada.

Si te sientes triste desde hace mucho tiempo durante la mayor parte del día, no tienes energía y no tienes  interés por las cosas, es posible que padezcas un trastorno distímico o distimia, un problema que afecta a entre el 5-6% de la población a nivel mundial.

Causas, síntomas y consecuencias

La distimia afecta mayormente a las mujeres, quienes tienen el doble de riesgo de padecer este trastorno en comparación con los hombres. Un estudio publicado en la Journal of Clinical Psychopharmacology apuntó que podría deberse a las diferencias hormonales entre ambos géneros, aunque sus causas no están del todo claras.

La distimia, como la mayoría de los trastornos psicológicos, no tiene una única causa sino que es el resultado de la combinación de diferentes factores:

  • Bioquímica. Las personas con distimia tienen niveles más bajos de algunos neurotransmisores a nivel cerebral, como la serotonina, la dopamina y la norepinefrina. Ello explica por qué suelen padecer alteraciones de las funciones metabólicas como el sueño y la alimentación, las cuales están reguladas por la serotonina.
  • Estructuras cerebrales. Algunas áreas del cerebro de las personas con distimia funcionan de manera diferente, como el eje hipotálamo-pituitario-adrenal, el hipocampo y el sistema noradrenérgico. Algunos estudios han encontrado además que algunas zonas, como amígdala, el estriado ventral y las regiones corticales, presentan un volumen más reducido.
  • Herencia y genética. Las personas con antecedentes familiares de depresión leve o distimia tienen un riesgo mayor de desarrollar el trastorno en algún momento a lo largo de su vida. Tener un familiar de primer grado con distimia aumenta de dos a tres veces el riesgo de padecerla. Además, el trastorno distímico se ha relacionado con la presencia de algunos genes específicos, como unas variantes del CRY2.
  • Problemas en el vínculo con nuestras figuras de referencia. La relación de apego en nuestra infancia con nuestros cuidadores marca nuestra personalidad y nuestra forma de amar y de amarnos, de ver la vida y de vivir. Cuando no nos hemos sentido queridos, importantes, valorados o hemos sentido que somos suficiente podemos arrastrar a lo largo de nuestra vida una forma de sentir y de sentirnos tamizada por la tristeza y el desánimo. Nos falta algo, unas necesidades que no fueron cubiertas en la infancia y que nosotros de adultos no sabemos cómo cubrir. La terapia constituye una segunda oportunidad para descubrir cuales son esas necesidades no cubiertas y darnos a nosotros mismos aquello que no nos pudieron dar.
  • Características de la persona. Determinados rasgos de personalidad, como una escasa tolerancia a la crítica, una baja autoestima o una sensibilidad extrema, aumentan el riesgo de desarrollar un trastorno distímico. Las personas que se dejan vencer por la adversidad y tienden a ver los sucesos cotidianos bajo un prisma negativo también tienen una mayor vulnerabilidad a desarrollar el trastorno.

Además, existen factores desencadenantes que pueden precipitar la aparición de la distimia. Vivir experiencias traumáticas como la pérdida de un ser querido, un accidente, tener problemas económicos o incluso estar sometido/a a un nivel de estrés mantenido pueden desencadenar un trastorno distímico en las personas vulnerables.