Agorafobia
¿Qué es la agorafobia?
La agorafobia es mucho más que el miedo a los espacios abiertos.
El trastorno de agorafobia se caracteriza por una ansiedad permanente cuando te encuentras en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil (o embarazoso) o en las cuales, en el caso de aparecer una crisis de angustia inesperada, no podrías recibir ayuda.
Este trastorno de ansiedad puede aparecer de manera aislada o presentarse junto al trastorno de pánico.
Los temores agorafóbicos suelen estar relacionados con situaciones puntuales, como estar solo fuera de casa, estar lejos de un hospital, mezclarse con la gente o hacer cola, pasar por un puente, viajar en avión, autobús, coche, metro o tren.
Como la persona le teme a estas situaciones, opta por evitarlas. Por ejemplo, puede limitar el número de viajes o incluso se resiste a emprenderlos, ya que tiene miedo a que aparezca la ansiedad o se desencadene una crisis de angustia. Obviamente, esto restringe mucho su vida cotidiana. En los casos más graves incluso llegan a recluirse dentro de casa durante meses o años y solo salen para realizar las tareas indispensables.
¿Tienes miedo de estar en un sitio público y temes la posibilidad de sufrir ataques de pánico? ¿Evitas estar en lugares en donde se concentra mucha gente, como centros comerciales, eventos, tiendas, transportes públicos? ¿Necesitas que alguien te acompañe para sentirte seguro fuera de casa? En ese caso, es probable que sufras de agorafobia.
La agorafobia es un trastorno que puede llegar a limitar profundamente tu vida diaria, pero que tiene solución. De hecho, debes saber que no estás solo, la agorafobia afecta entre el 1,5 y el 3,5% de la población mundial. Se estima que entre el 1-5% de los españoles desarrollará algún episodio agorafóbico a lo largo de su vida.
Causas, síntomas y consecuencias
A menudo la agorafobia se desencadena como resultado de una experiencia de ansiedad aguda en un lugar público. En ese momento la persona realiza una atribución errónea, es decir, atribuye su malestar emocional al hecho de que hay demasiadas personas alrededor o la asocia a la situación. De esta forma, cada vez que tenga que salir, comenzará a experimentar una ansiedad anticipatoria y, con el paso del tiempo, esta desembocará en una fobia. Sin embargo, la agorafobia es mucho más que una atribución errónea, se trata de un trastorno multicausal de origen biopsicosocial.
En los últimos años se ha descubierto que existe cierta predisposición genética, la cual hace que algunas personas sean más proclives que otras a responder de manera exagerada ante las situaciones estresantes y desarrollar rasgos ansiógenos. También se hace referencia a ciertos cambios hormonales y a problemas endocrinos.
No obstante, la susceptibilidad biológica no es un motivo suficiente para desarrollar el trastorno. Además de esa sobreactivación, estas personas suelen mostrar una preocupación excesiva por los síntomas que experimentan, lo cual les lleva a adoptar una actitud hipervigilante que genera a su vez un círculo vicioso que intensifica los síntomas.
Al percibir el peligro, el nivel de ansiedad aumenta, y al notar que la ansiedad comienza a crecer, esta alimenta el miedo, y con él se exacerban las reacciones fisiológicas. También se ha apreciado que las personas con agorafobia tienen una mayor tendencia a depender de los demás ya que en muchas ocasiones tienen poca confianza en sí mismos. En muchos casos esto se debe a que recibieron una educación demasiado sobreprotectora que no les alentó a enfrentarse a sus miedos.
Además del condicionamiento biológico y la educación recibida, la agorafobia también se ha vinculado a hechos vitales importantes que provocan periodos de estrés prolongados, como los conflictos interpersonales, una ruptura de pareja o el duelo por la muerte de un ser querido. Estas situaciones actuarían como un factor desencadenante, serían la llama que prende la mecha.
A veces los síntomas de ansiedad aparecen tiempo después de que se haya producido el factor desencadenante, cuando parece que ya ha pasado todo. Es por ejemplo el caso de las personas que cuidan de un familiar enfermo durante largo tiempo, mientras están cuidándole están “aguantando”, y es después de este periodo de esfuerzo cuando surgen las crisis de pánico o la agorafobia.
La agorafobia desencadena síntomas muy molestos que pueden llegar a despertar un gran temor, ya que no se limitan al plano psicológico, sino que incluso provocan intensas reacciones fisiológicas.
Dentro de los síntomas físicos podemos encontrar:
- Respiración acelerada.
- Presión en el pecho.
- Diarrea.
- Sudoración excesiva.
- Náuseas.
- Temblores.
- Mareos.
- Micción frecuente.
Dentro de los síntomas psicológicos se encuentran:
- Depresión.
- Miedo y ansiedad.
- Inseguridad.
- Dependencia de los demás.
- Sensación de soledad.
- Sensación de irrealidad.
- Miedo a morir (durante la crisis de angustia).
- Sensación de pérdida del control.
La persona agorafóbica experimenta un temor muy intenso ante la perspectiva de tener que salir de su casa, por lo que su vida diaria se ve seriamente limitada. En un primer momento seguirá realizando las tareas cotidianas, pero con un alto grado de ansiedad y angustia, hasta que llega un punto en el cual comenzará a evitar algunos lugares o el salir sin compañía a la calle, y quizás hasta se ausente del trabajo, por lo que algunos incluso pueden llegar a tener graves problemas laborales e incluso perder su empleo.
La sensación de alivio que experimenta cuando está en casa o en compañía le incita a pedirles a las personas cercanas que le ayuden con las tareas que requieren salir a la calle. De esta forma se va recluyendo y, a la larga, puede llegar a perder el contacto con sus amistades, ya que no encuentra el espacio para pasar tiempo con ellos. Si tiene pareja, la agorafobia también suele provocar problemas en la relación.
La vida de la persona que sufre de agorafobia no es sencilla, ya que suele experimentar fuertes sentimientos de culpa hacia sus seres queridos ya que es consciente de que depende de ellos. Esta situación genera una baja autoestima y no es extraño que algunos busquen refugio en el alcohol o dependan de los ansiolíticos.
En algunos casos la agorafobia conduce a cuadros depresivos y a menudo genera comportamientos hipocondríacos. Además, si no se trata a tiempo, suele agravarse. De hecho, se considera el trastorno fóbico más discapacitante.